Dice la leyenda, que la Piedra de Filadoira la transportada una vieja hilandera en la cabeza sin parar de hilar, por toda la sierra desde San Roque hasta la Sierra de Entrerríos, para colocarla como cubierta de un dolmen.
Alejándonos de leyendas, la más antigua huella del paso del hombre por estas tierras altas de la cuenca del Navia han sido las correspondientes a las primeras comunidades vinculadas a una economía de producción. Ligados a una actividad ganadera y a una incipiente explotación agrícola del territorio, no renuncian a la tradicional actividad de caza y recolección. Estos grupos fueron los constructores de las primeras arquitecturas monumentales que conocemos, dólmenes, círculos líticos y estructuras tumulares diversas. Son éstas, construcciones megalíticas de carácter funerario no exentas de cierto contenido territorial.
La necrópolis de Entrerríos está compuesta por cinco túmulos. Uno de los cuales es el conocido como Dolmen de Entrerríos. Presenta una cámara de planta poligonal de la que desaparecieron los ortostatos que cerraban el lado N. En el E. Se abriría la entrada a través de un corredor, solamente iniciado, compuesto por dos bloques dispuestos paralelamente y con una cámara amplia cerrada superiormente por un gran bloque de cubrición.