El castro de San Isidro se localiza sobre la línea de cumbres que señala la divisoria administrativa entre los municipios de Pesoz y San Martín de Oscos, a unos 600 metros de altitud. No es ésta la única singularidad que ofrece pues posee un tipo de fortificación excepcional en nuestra región: las piedras hincadas, también denominadas Caballos de Frisia.
La ruinas se extienden sobre una superficie ligeramente inferior a 1 hectárea, de la cual, buena parte está ocupada por las fortificaciones. El visitante podrá observar en su aproximación al cerro la sucesión de fosos que rodean el acceso al recinto. Sobre los parapetos intermedios se disponen las "piedras hincadas", sucesivas líneas de losas de pizarra verticales interpuestas, muy eficaces para dificultar el paso al enemigo. Tras ellos se alza una monumental muralla, de 3 metros de anchura, cuyo trazado permite realizar un recorrido completo al recinto. En las zonas excavadas puede observarse la profundidad original de los fosos y origen de los parapetos, el paseo de ronda interior de la muralla o alguna de las construcciones descubiertas en el interior del recinto.
La fundación del castro parece estar relacionada con el establecimiento de unidades militares y el control de las minas de oro que Roma explotó durante los siglos I y II de la Era.