'Érase una vez y otras historias corrientes', de Concha Prada

Las fotografías de Concha Prada significan una vuelta de tuerca a una tradición oral que se ha ido duplicando en una, otra, tradición visual, donde todos conocemos los personajes que nunca existieron, personajes que nos resultan tan familiares y conocidos que cuesta trabajo reconocer que no existen. Sobre todo cuando los ves, aunque tal vez esta vez resultan un poco más extraños, más reales, menos inocentes. Porque, además de los cuentos, existen muchas otras historias corrientes que acontecen en estas imágenes.

Concha Prada fotografía su entorno, aquellas historias, esas cosas, objetos que conforman el entorno de todos nosotros, pero los captura transformándolos. Así, los cuentos infantiles son, a través de su mirada, otra cosa, más parecidos a pesadillas: la boca se convierte en el eje del mundo; la comida es una abstracción de colores, el vacío cuántico o las raspaduras de tenedores; los rastros de una fregona son abstracciones pictóricas.

Todo lo normal resulta tan extraño, lo cotidiano nos parece desconocido y extraño, los utensilios domésticos se transforman en herramientas con dobles sentidos. Concha Prada abre con sus fotografías una grieta en el mundo que conocemos y, a través de esa brecha, podemos observar las cosas de otras muchas maneras.