Revolver

Carlos Goñi (Madrid, 1961) sabe muy bien lo que es embarcarse en viajes de ida y vuelta. En travesías de destino incierto que siempre acaban por volver a la casilla de salida. A lo que podríamos calificar, siguiendo la ruta marcada por sus últimos trabajos, como el cálido retorno a sus raíces. 'Yo sigo a la mío, sin casarme con nadie, aunque no hay dos sin tres', nos cuenta en 'Perdí lo que no tuve', uno de los temas que mejor resumen el espíritu de este Capitol (Compañía de Canciones, 2017), el que es ya su duodécimo álbum de estudio. Precisamente el que marca su salida del ámbito multinacional para embarcarse en la independencia pura y dura, el de la autoedición. El paso lógico, en esencia, para alguien que llevaba ya unos cuantos años depurando su estilo con plena autonomía, ayudado tan solo por un reducido núcleo de fieles, en una época en la que el modelo tradicional de la industria no puede estar más en cuestión.


Porque si en su anterior trabajo había optado por recuperar una sólida pátina de electricidad como una forma de volver al punto de partida, en este nuevo disco, que se antoja como el reverso intimista de lo que fue aquel Babilonia (Warner, 2015), muestra sus credenciales con un envoltorio más acústico, que -generalmente- apuesta más por el folk rock que por el rock a secas, para entendernos. Él afirma que estas catorce canciones le han servido para contar lo que ha sucedido en los últimos tres años “de piel para adentro”, a diferencia de la visión más expansiva que lucía en su antecedente, y lo cierto es que continente y contenido casan a la perfección si nos atenemos al orgánico y conciso ropaje que visten sus nuevas catorce canciones, desprovistas (en su mayoría) del marchamo de himnos que esgrimían los temas de Babilonia, pero igual de proclives que aquelllos a ganarse un hueco destacado en su repertorio de directo. Y es así porque Capitol sintetiza, con esmerada concreción y resuelta naturalidad, algunas de las mejores propiedades que han orlado su trayectoria: aliento social, intimismo bien macerado y un costumbrismo urbano con nombre y apellidos, que enmarca algunas de las mejores canciones que nunca ha compuesto tomando como inspiración las calles de Valencia, Madrid o Barcelona.